D.
JUAN NEPOMUCENO CÓNSUL Y GONZALEZ DEL VILLAR
Este texto ha sido transcrito por José Arturo González-Pola
Fuente de las fotocopias del libro “Obelisco Histórico en honor de los heroicos
defensores de Zaragoza en sus dos sitios
1808-
Madrid, a 16 de enero de 2008
Don Juan Nepomuceno Cónsul y González del Villar, nació en Oviedo
en el año 1779. Su padre, Don Juan Nepomuceno Cónsul y Requejo, juez primero
noble y regidor perpetuo de la capital del Principado, socio de mérito de la
económica de Asturias, mayorazgo y señor de la casa solariega del Villar en el
Concejo de Siero, fue aquel benemérito patricio, tan amado de Jovellanos, a
quién la cultura asturiana debe el
establecimiento de la escuela de dibujo en Oviedo de que fue promotor y primer
director. Su madre Dª Rita González del Villar y Fuertes Pola, natural de
Luanco, pertenecía por ambos apellidos a los linajes de más calificada nobleza
en el Concejo de Gozón. Así resulta de la información de hidalguía recibida,
según pauta y borrador que dio al efecto el regidor perpetuo y alférez mayor de Gijón D. Francisco de
Paula Jovellanos, para solicitar el ingreso del joven D. Juan, en
Educado por padre tan celoso, llevaba D. Juan, a la vez que los
más arraigados y severos principios de
honor y religiosidad, una preparación científico-literaria completa y nada
común, al ingresar como Caballero Cadete de Artillería en el Alcázar segoviano
en virtud de Real orden de 13 de enero de 1792. Allí bajo la disciplina de
sabios y renombrados oficiales, siguió y terminó la carrera con el
aprovechamiento consiguiente a sus talentos y aplicación, obteniendo el octavo
puesto en la numerosa lista de promovidos a subtenientes del Cuerpo el 11 de
agosto de 1796.
La hoja de servicios de Cónsul, que calla sus postreras
vicisitudes y lamentable fin, ofrece clara noticia de sus méritos hasta los
comienzos del año 1808. Cinco de los seis años que fue subteniente los sirvió
en la marina, embarcado en la escuadra de S.M. al mando sucesivamente de D.
José de Mazarredo, D. Federico Gravina y D. Antonio de Córdoba, asistiendo con
lucimiento de su persona a la defensa de Cádiz contra los ingleses, tan sabia y
valerosamente dirigido por D. Tomás de Morla, ascendido a teniente en 12 de
julio de 1802, con destino a las compañías de artilleros a caballo del 3º
regimiento, apenas pudo tomar posesión de aquel empleo, ya que en 7 de agosto
del mismo año, fue promovido a capitán
segundo del 1º.
Por real despacho de 9 de diciembre de 1803 se le nombró ayudante
mayor de aquella sección, sin que conste
la fecha del cese en dicho cargo electivo, que dejó para volver al Alcázar de
Segovia a servir el más honorífico y
preferente ayudante segundo en la compañía de Caballeros Cadetes, comisión que
todavía desempeñaba en 1806 al ascender
a capitán 1º con destino al primer regimiento residente en Barcelona.
Después de larga licencia pasada en Asturias con motivo del
fallecimiento de su padre, acababa de llegar a la corte con intento de
proseguir su marcha cuando ocurrió la patriótica explosión del Dos de mayo; e
impulsado por su propio espíritu y por la fraternal que le unía a D. Luis
Daoiz, fue de los primeros oficiales que se presentaron en el cuartel de
Monteleón, baluarte de la independencia española donde se inauguró la lucha
desigual, terminada seis años después con el vencimiento del gran capitán
moderno. En aquel solar insigne, al lado de Daoiz y de Velarde, de Ruiz,
Carpegna y Arango, al frente de los denodados madrileños y de aquel pelotón de
artilleros que tan heroicamente llegó a la meta del sacrificio, Cónsul
intrépido contribuye con la eficacia de su palabra y ejemplo a mantener el
sangriento y transcendental combate, cuya importancia crece y se agita al
transcurso del tiempo. Salvado milagrosamente de la muerte a que se ofreció
voluntaria víctima, recibe en sus brazos a Daoiz agonizante e increpa con
altivo ademán y severa frase a los matadores del héroe sublime.
La intervención del ministro O´Farril cerca de Murat, impidió que
fuesen víctimas de la venganza francesa los oficiales de artillería que
sobrevivieron a la gloriosa catástrofe del parque; y Cónsul pudo continuar su marcha camino de Barcelona,
después de dirigir a su familia, a manera de fe de vida, aquella
interesantísima carta, perdida por desgracia, en que daba minuciosos detalles
de la jornada de Madrid, y que fue el documento que más vivamente impresionó al
pueblo ovetense para su glorioso levantamiento contra la dominación extranjera.
El 24 de Mayo de 1808 alzábase Zaragoza contra la intrusión
napoleónica, respondiendo al heroico grito de Madrid, y el pueblo en masa aclamaba
por su caudillo al brigadier D. José de
Palafox y Melci, recluyendo en el alcázar de
A los últimos días de Mayo y en pleno periodo álgido de la patriótica
exaltación, llegaba Cónsul a Zaragoza y se presentaba a Palafox, que sabedor de
los méritos del viajero por los informes del capitán D. Ignacio López, no
vaciló en detenerle y conservarle a sus órdenes para que, en la especialidad
artillera, prestase el concurso de su saber y notorio valor a la empresa de
resistir al enemigo común a que los zaragozanos se aprestaban con poderosos
alientos.
Siendo Cónsul el más caracterizado de los cuatro únicos oficiales
de artillería presentes a la sazón en la plaza, fue nombrado comandante del
arma y vocal de
Nuestro D. Juan no concurrió a la batalla del 15 de junio porque
(según describe el Conde de Toreno) estaba a la sazón en Huesca recogiendo
recursos y organizando fuerzas por orden de Palafox. Pero cuatro días adelante
ya aparece en Zaragoza, asistiendo a las reuniones de
Al encargarse de la comandancia del arma, recién llegado a Zaragoza,
procedió con febril actividad a establecer los talleres y servicios del Parque,
a la vez que reclutaba, organizaba e instruía aquel heroico batallón de
artilleros que tan generosamente se sacrificó en la defensa de las baterías.
Sirvió de núcleo a esta sección ejemplar el grupo de 250 individuos del primer
regimiento, que procedentes de Barcelona llegaron el 14 de junio a tiempo de
concurrir a la batalla de las Eras; alcanzó su efectivo la considerable cifra
de 700 plazas, amén de una batería de a caballo incorporada a la Maestranza, y
fueron tan enormes sus pérdidas que el 20 de febrero de 1809 sólo tenía 133
individuos sanos en las compañías de plaza y 32 en la volant ; el resto había
perecido al pie del cañón o víctima de los estragos de la peste.
No menos meritoria y eficaz para la gloriosa resistencia fue la
improvisación de los talleres de maestranza, imprescindibles en una plaza
sitiada, cuyo establecimiento se debió al espíritu organizador de Cónsul.
Era diaria y apremiante la
necesidad de habilitar armamento, la de proveer al extraordinario consumo de
balas de fusil y de cañón, la sustitución de los granos de cobre en las piezas
desfogonadas por el continuo tronar, la talla de piedras de chispa y la
construcción, compostura y preparación de cureñas, explanadas, juegos de armas,
cartuchería, cuerda-mecha, estopines, espoletas y pertrechos de todas clases.
Cónsul a todo atendía venciendo con su ingenio, actividad y carácter cuantas
dificultades se presentaban. El vasto mesón del Portillo convertíase al mandato de su voluntad en armería
donde al cargo del maestro mayor del Parque D. Manuel del Bosque,
trabajaban 355 operarios. El suntuoso palacio de
Por transcendentales motivos tan notorios como los triunfos de
Bailén y Valencia y la aproximación de las divisiones que al mando de O´Neylle
y Saint-Marcq enviaban a los valencianos en socorro de Zaragoza, tuvo Lefevre
que levantar el primer Sitio en la madrugada del 14 de agosto, después de diez
días de tan rudo cuanto estéril combate en el corazón de la altiva ciudad que
no pudo señorear. En esta última fase del asedio, en que, resultó gravemente
herido el comandante del arma D. Salvador de Ozta, desempeñó D. Juan Cónsul el
mando accidental, alternando con su amigo y compañero D. Ignacio López Pascual
en la dirección de las baterías. Emplazadas piezas la boca-calle del Hospital
de convalecientes, en los conventos de San Ildefonso y Santa Fe, en los
torreones que todavía flanqueaban el Arco de Cineja, derruidos más tarde, y en
las cortaduras abiertas a la inmediación de la plaza de San Francisco en ambos
ramales del Coso, vomitaban el hierro y el fuego contra las posiciones del
Hospital General y conventos de Franciscanos y Carmelitas de que el enemigo
sólo pudo salir en vergonzosa retirada. La victoria de Zaragoza asombró al
mundo y Palafox, justo admirador de los servicios de Cónsul, supo premiarle
dignamente confiriéndole empleo personal de coronel del ejército sobre el de
teniente coronel con que anteriormente le había agraciado; pero apresurémonos a decir que en este ejemplar,
como en otros muchos, el calumniado dualismo sólo sirvió para adornar la
mortaja del héroe.
Previendo que los franceses, irritados por la derrota habían de
volver de nuevo y con mayores fuerzas sobre Zaragoza, decretó Palafox la
creación de una Maestranza de artillería completa y bien provista que reuniese en un solo local
todos los elementos y talleres dispersos improvisados por Cónsul para las
atenciones de la primera defensa, eligiendo para su instalación el histórico
edificio de Torrellas, donde estuvo en capilla y salió para el cadalso el
desventurado Juan de Lanuza. Alzábase este palacio en la calle de Santiago y
prolóngase por la espalda hasta la plaza del Pilar a cuya parroquia
corresponde. En septiembre de 1808 instalaba Cónsul la maestranza en su nuevo
domicilio, quedando perfectamente organizados los talleres de todos los oficios
en que de día y de noche, se recomponía el armamento, y se aderezaba el
material deteriorado el la primera defensa, y se construían los pertrechos
necesarios para contrarrestar los horrores del nuevo sitio con que la ira de
Napoleón amenazaba.
Bien pronto quedó justificada la previsión de Palafox. Por
consecuencia de la rota de Tudela (23 de noviembre) replegáronse sobre Zaragoza
los restos del ejército vencido al mando de los generales O´Neylle y Saint
Marcq; la guarnición de la plaza resultaba numerosa y hasta excesiva, pero
también lo eran las fuerzas y medios con que, el 20 de Diciembre quedó
embestida por el ejército enemigo gobernado por el Mariscal Moncey a quien,
tiempo andando, reemplazaron sucesivamente Junot y Lannes.
No es ahora nuestro objeto describir, ni siquiera en breve
síntesis, las peripecias de esa encarnizada lucha de dos meses, de que informa
el diario del segundo sitio. Contrayéndonos a las vicisitudes de don Juan
Nepomuceno Cónsul, basta a este propósito advertir que el nuevo comandante
general de artillería en la plaza, D. Luis Gonzaga de Villaba y Aybar, le
relevó de la dirección de
La presencia de Cónsul, jefe dignísimo de tales subalternos, era
segura en los parajes donde había que afrontar mayores riesgos; pero tantas
fatigas y el desgaste físico originado por aquella lucha sin tregua y por una
alimentación insana y deficiente, quebrantaron su salud en términos de que el
General Palafox se creyese obligado a proporcionarle relativo descanso, a cuyo
fin dispuso que se encargase nuevamente de la dirección de
¡Era tarde! La peste desoladora agotaba las fuerzas del bizarro
coronel que, al borde del sepulcro, consagraba todavía sus facultades
intelectuales al vasto establecimiento que había creado e iba servirle de
cámara mortuoria.
La resistencia zaragozana tocaba su término fatal. El enemigo
apoderado del burgo de Altabás, en la izquierda del Ebro, bombardeaba los
barrios del Pilar y
Diríase que, como los antiguos saguntinos, prefirió sepultarse
entre las ruinas de la ciudad Siempre Heroica, antes que someterse a las
desventuras del vencimiento.
Allí, en la veneranda basílica de Nuestra Señora del Pilar, que
guarda las cenizas del valeroso O´Neylle, del gran ingeniero Sangenis y de
otros tantos héroes olvidados, duerme el sueño eterno D,Juan Nepomuceno Cónsul.
Pero si su sepultura quedó ignorada al correr del tiempo, justo será que no
dejemos perder la memoria de sus merecimientos tan dignos de la póstuma alabanza.
Este texto ha sido transcrito por José Arturo González-Pola
Fuente de las fotocopias del libro “Obelisco Histórico en honor de los heroicos
defensores de Zaragoza en sus dos sitios
1808-
Madrid 16 de enero de 2008
Unión de la familia Cónsul con la familia González-Pola
Julián Consul
Juan Consul
Juan Consul
Ana Malen
Juan Consul Malen (1683)
Mª Gertudis de Jovellanos García
Juan Benito Consul y Jove
Gertrudis Requejo y Tineo
Juan Nepomuceno Consul y Requejo (5-11-1747)
Rita González-Villar y
Fuertes-Pola
María Dolores Cónsul González-Villar
Teresa Cónsul González-Villar (Monja)
Juan
Nepomuceno Cónsul y González-Villar(Sin
descendencia)
Mª Dolores Consul González -Villar
Juan Bros
Catalina Bros y Consul
Manuel José Menéndez de
Catalina Bros y Consul
María Dolores Menéndez de
Marcelino González-Pola y
Gutiérrez-Pola (19-6-1840) Aquí entronca
María Dolores Menéndez de
Hijos:
Mª de los Dolores González-Pola Menéndez de
Catalina González-Pola Menéndez de
Josefa González-Pola Menéndez de
Mª de
Mª del Rosario González-Pola Menéndez de
Modesto
González-Pola Menéndez de
Modesto Glez-Pola Menéndez (único varón)
Mª Alvarez-Uría Fdez-Peña
Marcelino Glez-Pola A-Uría
(-1971) sacerdote
César Glez-Pola A-Uría (1921-1989)
Gerardo Glez-Pola A-Uría
(-1967)soltero
También son descendientes de la
familia Cónsul, la familia Fueyo Bros y
una rama de la familia Vigil Escalera.
César González-Pola Alvarez-Uría
María Paz Fuente González
Once hijos:
nietos:
César González-Pola Fuente César González-Pola Muñiz
Concepción Muñiz Fernández Lucía González-Pola Muñiz
Rosa María González-Pola
Fuente Luis de
Luis de
Isabel de
María Dolores González-Pola
Fuente María Alonso González-Pola
Manuel Alonso García Manuel Arturo Alonso
González-Pola
Guillermo González-Pola Fuente
Elena Rojo Somolinos
Alejandro González-Pola
Fuente Alejandro González-Pola
Muñiz
Marta Muñiz Fernández Manuel González-Pola Muñiz
Isabel González-Pola Fuente Alejandro Pérez-Abad
González-Pola
Crisanto Pérez-Abad
García-Conde Elena Pérez-Abad
González-Pola
José Arturo González-Pola
Fuente
Constanza González-Pola
Fuente
Joaquín González-Pola Fuente Elisa González-Pola Lucio
María Jesús Lucio Pellón
Graciela González-Pola
Fuente Isabel Alonso González-Pola
Fernando Alonso Díaz Marta Alonso González-Pola
María Luisa Alvarez Camacho