El primer disparo de
Ernesto Burgos
Como
es sabido,
Menos
notorio es que tras la proclamación de
Repasemos
los acontecimientos. En febrero de 1808 y con la disculpa de dirigirse hacia
Portugal, el ejército napoleónico empezó a ocupar la península ante la pasividad
de sus gobernantes; en marzo los invasores se acercaron hasta Madrid y el
pueblo llano, comprendiendo lo que estaba pasando, asaltó el palacio que Godoy,
el primer ministro, tenía en Aranjuez. Entretanto el rey Carlos IV, temiendo
por su integridad, abdicó a favor de Fernando, el Príncipe de Asturias, al
mismo tiempo que pedía ayuda a Napoleón para que le salvase de sus propios
súbditos.
Lógicamente,
el francés entendió pronto la calaña de los personajes de aquella comedia y
mandó que los enviasen a todos a Bayona. Allí tuvo lugar una de las escenas más
bochornosas de nuestra sufrida historia: en presencia del “pequeño emperador”,
Carlos IV exigió de nuevo la corona a su hijo y ante su negativa a devolverla
le amenazó de muerte; cuando por fin cedió, el monarca se la entregó a Napoleón
que nombró Rey de España a su hermano
José, más conocido como “Pepe Botella”, aunque parece ser que en realidad era
abstemio.
Los
españoles, desconocedores de aquella payasada, creían firmemente en la honradez
de los Borbones y consideraban a Fernando VII como el salvador de
La primera
reacción de protesta de los asturianos había saltado en Gijón el 27 de abril
cuando la multitud rompió a pedradas la casa del cónsul francés Lagonier después de que éste los provocase lanzando
panfletos contra los reyes españoles, pero todo se precipitó cuando el día 9 de
mayo se conocieron los hechos violentos desencadenados una semana antes en
Madrid. La noticia de que entre los muertos en el alzamiento había unos
cincuenta asturianos indignó a los estudiantes de
Ante la
posibilidad de que el motín pasase a mayores –como así fue-, desde
La noche del
24 de mayo todas las campanas de Oviedo tocaron a rebato, los alzados asaltaron
un arsenal y repartieron fusiles entre la población, y al día siguiente
Asturias, presidida por el marqués de Santa Cruz del Marcenado, declaró
Entre tanto,
el Escuadrón de Carabineros Reales cruzaba el Pajares y el mismo día 25 llegaba
a Pola de Lena con el ánimo de sus soldados dividido entre quienes se limitaban
a obedecer la disciplina y los que pensaban que su deber era estar junto a las
gentes que les venían arengando por la
carretera de Castilla llamándoles renegados y vendidos a Francia. De hecho,
algunos soldados ya habían sido detenidos en Villanubla
al intentar rebelarse contra sus mandos.
Por fin
llegaron a Mieres y allí se encontraron la primera
resistencia; a la altura de Bazuelo les esperaba un grupo numeroso de voluntarios
entre los que estaban los universitarios de la villa que habían llegado a uña
de caballo desde la capital para dejar clara la posición de Asturias. Su líder
era el joven Gaspar Delgado y de su
carabina salió un único disparo de atención que detuvo a los militares, luego,
en medio de un tenso silencio, buscó a su jefe Ladrón de Guevara y con una voz
potente que todos pudieron escuchar explicó la situación claramente: Habría paz
si venían en paz y lucha hasta la muerte en caso contrario.
A regañadientes,
el comandante, cuya fama de afrancesado le precedía, prometió no disparar un
tiro si se le permitía el paso a Oviedo y pidió permiso para refrescar a sus
tropas. El Escuadrón acampó unas horas en
Todavía antes
de seguir camino tuvieron que afrontar más humillaciones, cuando una comisión
de hombres armados encabezada por otro
vecino de Mieres llamado José Cosío
exigió de nuevo al comandante fidelidad a Fernando VII para dejarle marchar.
Finalmente el Escuadrón de Carabineros pudo abandonar el pueblo, vigilado de
cerca por sus habitantes y llegar hasta Oviedo, pero allí los soldados no pudieron aguantar más presiones y decidieron sumarse al
alzamiento.
Manuel Ladrón
de Guevara fue detenido para evitar su linchamiento y lo mismo sucedió con el
coronel Carlos Fizt-Gerlad,
al mando del batallón del Hibernia, cuyos hombres
desertaron masivamente en Pola de Siero abandonando a
sus jefes, que en algún caso también se unieron a los sublevados.
Así fue la
historia. Luego vino una larga guerra y los franceses tardaron dos años en
entrar en Mieres, que por su posición estratégica
sirvió para almacenar provisiones. Mientras duró el conflicto, la población
estuvo de manera unánime del lado de
Cuando la
violencia se generalizó y las fábricas de armas de Oviedo y Trubia resultaron
insuficientes para equipar a las milicias, en Bazuelo se abrió un taller para
la fabricación de bayonetas y también se emplazaron unas maquinas movidas por la fuerza hidráulica
para ayudar a rematar la producción de cañones y fusiles, cuya ubicación exacta
es otro de los misterios de nuestra historia.
Sabemos por
una respuesta del Juez 1º de Mieres a una
requisitoria de don Pedro Colling de Salazar el 15 de
octubre 1815 el tiempo que estuvieron aquí los franceses. Se trata de una
información que a la fuerza tiene que ser exacta ya que se pedía para poder
abonar a los pueblos y a los particulares los suministros que hubiesen donado
durante
En ella se
escribe que el ejercito invasor se estableció aquí en cuatro ocasiones: el 19 de
mayo de 1809 entraron las tropas de Ney
y Kellerman hasta el 14 de junio del mismo
año; el 27 de abril de 1810 entraron las de Bonet hasta el 13 de junio de 1811;
el 6 de noviembre de 1811 volvieron las mismas tropas hasta el 24 de enero de
1812 y por último, otra vez el 17 de mayo de 1812, para evacuar definitivamente
el 14 de junio de dicho año de 1812. Siendo en total 18 meses y un día.
Y a pesar de
la actitud hostil de los vecinos durante la guerra, según parece, salvando
todos los desastres de la situación, la villa del Caudal no debió resultar muy
penosa para los invasores ya que el general Bonet en sus memorias habla muy
bien de sus encantos y del contraste que ofrecía el verde de su paisaje con la
aridez de Castilla. Y es que era un poeta.
Ernesto Burgos